viernes, 11 de octubre de 2013

Deseo...

Durante su paseo de vuelta a casa, Manuel, un chico corriente y moliente, un chico con amigos pero sin grandes dotes sociales, un chico con encanto pero no demasiadas armas de seducción; encuentra una botella transparente que brilla con luz propia e intermitencia. Manuel, con más curiosidad que temor, cogió la botella y se dispuso a abrirla. Todo se lleno de un humo verde brillante:

– Cof, cof... – tosía Manuel
– Hola. – una voz adulta y firme saludaba al chico
– ¿Quién eres? – se extrañó Manuel al ver un hombre con vestimenta extravagante
– Soy un genio, y me has liberado. Ahora, como muestra de gratitud, te concederé un deseo
– ¿Un deseo? – interrogó incrédulo Manuel
– Así es. Un deseo. El que tú más anheles. – respondió sonriente el genio

Manuel empezó a pensar. ¿Dinero? No, el dinero amarga cuando te falta y convierte tu vida peligrosa cuando te sobra. ¿La paz en el mundo? No, no sabía hasta que punto ese deseo podía repercutir en el planeta y en él mismo.

– Deseo... una chica – dijo convencido el muchacho
– ¿Una chica? – frunció el seño el genio – Tienes que darme más detalles. Descríbemela, dime cómo quieres que sea su personalidad.
– Pues... quiero que sea guapa, ojos marrones y morena de piel. Quiero que sea divertida y risueña. Que solo una de sus sonrisas me alegre el resto del día. Quiero que sea cariñosa y atenta, Que sea sensible e inteligente. Quiero... quiero que... – dijo Manuel dubitativo en última instancia
– Tus deseos son...
– Que sea real. – interrumpió al genio
– ¿Cómo?
– Solo quiero que sea real. Y todo lo que acabo de decir no es real. – explicó Manuel a su mágico oyente
– De acuerdo. Pero yo no puedo concederte lo que quieres. – respondió con pena el genio
– Lo sé. – dijo firme Manuel – Y no me importa así que, no te pediré ningún deseo. Eres libre.
– Gracias, amigo.

Y el genio fue desapareciendo poco a poco ante los ojos atentos y maravillados de Manuel.



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